#DreamLog
Enero 7, 2017.
Soñé contigo.
Besabas a una niña de vestido azul en una playa muy bonita. Era una fiesta. Tenías puesto un traje blanco y estabas con amigos del colegio y del laboratorio. Yo no estaba ahí.
Yo estaba hospedada en un resort, cerca de donde tú estabas y de algún modo veía unas fotos recién subidas, en las que muy a tu pesar se notaba que la niña de azul y tú se estaban dando besos.
Tú y yo estábamos peleados. O algo así.
Después de entender que no tenía opinión al respecto, hice lo que haría en la vida real: nada.
Me limité a sentir tristeza y a pensar que era lo justo. Tú y yo al final de cuentas nunca hemos estado juntos.
Me fui a caminar y desde mi caminata noté que había demasiada belleza a mi alrededor para estar triste por una sola cosa mala.
Afuera de mi ventana había un pozo rectangular y largo, dónde no caía agua de ningún lado. El pozo parecía una fuente y estaba rodeado de palmeras altas y esbeltas.
Me di cuenta que faltaba poco para que se pusiera el sol, y como mirar el cielo siempre me ha quitado las tristezas, me senté a esperar.
Las palmeras se juntaban, dobladas por el viento. Las contorsiones de las ramas formaban un camino y al final del túnel se veía un sol brillante coronando el mar, en un atardecer que parecía derretir el agua. Por unos minutos toda la playa se tiñó de naranja y como yo, muchos otras personas tuvieron que detenerse a mirar la unión perfecta entre las dos fuerzas más opuestas de este planeta.
Por un instante que pareció largo, el fuego infinito del sol, se fundió con la calma impetuosa del mar, y le regaló a esa playa un espectáculo donde las diferencias eran precisamente lo más bello.
Mirando ese atardecer los espectadores aprendimos una lección de Amor: que seamos diferentes sólo nos hace un tanto más fascinantes. Y que nos juntemos, un tanto más especiales. Algo digno de mirar. To love each other in our differences will forever be words worthy of living by.
Los atardeceres siempre me hacen pensar en ti.