Friday, Jan 20th, 2017.
"Es que todavía no encuentro mi otra mitad"- me dijo Diana con la expresión angustiada y los ojos pegados al piso, como si estuviera avergonzada de su falta de suerte en el amor. "Pero qué es exactamente lo que está buscando?"- Le pregunté, algo confundida. "No sé. Alguien que me haga sentir completa, que me llene de todos los vacíos".
Y con esa respuesta lo entendí todo. Sus palabras resonaron en mi cabeza, principalmente por mi incapacidad de relacionarme con la situación, pero trajeron consigo una corriente de recuerdos de las épocas en que yo había querido lo mismo.
Recordé la angustia de esos años en que también yo había deseado alguien que me llenara, que me hiciera sentir completa. Hasta entonces jamás se me había ocurrido pensar que yo era ya un ser entero por mí misma. Que nadie más que yo tenía qué encargarse de suplirme las carencias. Aunque hay qué reconocer que llegar a esa idea me tomó un camino rather long and painful. Y creo que Diana a sus 28 años estaba pasando por el mismo dilema.
De esa conversación entendí claramente, que mis necesidades de hoy son distintas a las de ese entonces, aunque en esencia yo sea la misma persona.
No sé si mi método sea "el correcto" o "el mejor", o si las conclusiones que me regalaron los años tengan valor alguno, porque al final, hoy estoy igual de soltera de lo que estaba en aquella época. Pero el triunfo lo he aprendido a medir en mí.
Ya no siento necesitar a nadie. El amor que llegue, si llega, no será para que complete algo que me falta, sino para que comparta conmigo lo que tiene para ofrecer. Y será alguien a quien yo pueda darle la versión completa de lo que soy yo.
Pero más, más importante; entendí que hoy, lo que menos quiero es una "media naranja". Porque si yo soy un ser completo, lo menos que puedo aceptar para mí, es a uno completo también.
Aunque la verdad es que nunca me han gustado las naranjas.